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Foto del escritorDaniela Flores

Transformando estereotipos rumbo a 2090



Por Daniela Flores


Imaginar nuestra sociedad en el 2090 pone a volar nuestra imaginación. Pensamos no sólo dónde estarán las próximas generaciones; sino también, qué ha pasado y pasará en los años siguientes para llegar al punto de quiebre, ese momento en que los estereotipos nos guían, pero nunca más limitan nuestros sueños.


Para llegar hasta allá, falta mucho por hacer. No obstante, el camino lo han trazado grandes leyendas; particularmente, en el mundo deportivo. Primero, fue en 1967 cuando Kathrine Switzer se convirtió en la primera mujer en correr el Maratón de Boston, en una época donde los estereotipos hacían creer a todas las personas que las mujeres no podían correr más de cinco kilómetros.


Posteriormente, en 2019, el corredor keniano Eliud Kipchoge se propuso el reto de correr un maratón (42.195 kilómetros) en menos de dos horas y, aunque no se registró como récord del mundo por haber sido una carrera no oficial, lo logró en Viena, Austria, haciendo honor a su emblemática frase: “No human is limited”.


Así, con el transcurso de las décadas seguirán pasando a la historia figuras que se atrevieron a rebasar las barreras de lo imaginable para cada género. Hay buenas noticias al imaginar un 2090 sin obstáculos de género mientras se siga combatiendo la idea impuesta por la sociedad de que los cuerpos de las mujeres son más débiles; o bien, de que los hombres deber buscar siempre lucir fuertes y musculosos, cuando el cuerpo de un corredor élite no necesariamente es así. ¿Cómo lo lograremos?


Como Switzer o Kipchoge, millones de personas se han enfrentado al menos a una limitante en su vida generada por su género, composición física, edad o imagen, por mencionar algunos ejemplos. En el deporte y el arte, es más frecuente de lo que parece. “Los hombres heterosexuales no practican la danza”, “las mujeres que cargan pesas se ven mal”, “los pilates son para mujeres y el gimnasio para hombres”, “el futbol femenil es aburrido”…, todas estas frases las he escuchado varias veces desde que tengo memoria.


Como corredora y bailarina, me han cuestionado mi físico desde que tengo memoria; o al menos, desde la adolescencia temprana. En aquel tiempo, no era la más delgada de la clase de danza, lo que me llevó a enfrentar comentarios como “estás muy pesada”, “tus talones son delgados”, “jamás podrás colocarte adecuadamente con una espalda tan ancha”. Abandoné mis aspiraciones por mucho tiempo.


Probablemente, en algún momento de mi vida me habría convertido en una bailarina profesional, quizás habría perdido el interés por esta disciplina en los años posteriores. Sin embargo, hasta la fecha lo que en verdad lamento es que los estereotipos y las expectativas del cuerpo femenino me hayan quitado la posibilidad de averiguarlo.


Lo mismo ocurre con millones de atletas, bailarines y artistas ocultos, quienes anhelan un deporte o una disciplina, pero abandonan el camino porque, incluso desde antes de empezar, les dicen que no lo lograrán o, en el peor de los casos, que no es correcto. No obstante, ¿sabías que aún estamos a tiempo de cambiarlo?


Comprender los estereotipos para transformarlos


Mi experiencia no es la única que prueba cómo influyen los estereotipos en la construcción de la identidad de las personas. Diversos estudios confirman que el periodo comprendido entre los 10 y los 14 años de edad es determinante para la formación de la perspectiva de uno mismo y del exterior, la empatía con el género opuesto y la definición de hábitos relacionados con la salud, los cuales nos acompañarán toda la vida.


De acuerdo con un estudio presentado por Robert Blum, investigador de la Universidad Johns Hopkins, los mitos y creencias que dan forma a los estereotipos, principalmente de género, son interiorizados durante la fase de la adolescencia temprana. En dicha etapa, hemos “aprendido” que las mujeres debemos esperar a que nos salven —como una princesa en apuros— mientras que los hombres deben ingeniárselas para ser independientes.


Según el estudio mencionado, el cual dio seguimiento a esta fase del desarrollo en adolescentes de los cinco continentes, los principales formadores del “mito hegemónico” son las familias, las escuelas y los medios de comunicación. La investigación concluye que estos estereotipos de debilidad y fortaleza en función del género guían buena parte de las decisiones en años posteriores. Además, como son vistos en la estructura familiar, se convierten en el modelo a seguir.


A pesar de que la investigación titulada “It Begins at Ten: How Gender Expectations Shape Early Adolescence Around the World” (1) reconoce la existencia de presiones en el género masculino al momento de cumplir con las altas expectativas de su fortaleza e independencia, también pone en evidencia que, en dicha etapa, “el mundo se expande para los niños y se contrae para las niñas".


Como Katherine Switzer, millones de mujeres hemos recibido el mensaje de que nuestros cuerpos son frágiles y, si no lo son, deberían serlo, pues un cuerpo fuerte y musculoso “no es estético”. Mentira. ¿Quién define la belleza? ¿Realmente debemos preocuparnos por la percepción de unos cuantos sobre nuestro cuerpo, fortaleza e independencia?


Para cambiar el chip, es necesario identificar la verdadera raíz y razón de ser de los estereotipos: son referentes establecidos a partir del consenso para moldear la identidad, surgieron en la convivencia ante la necesidad de establecer un sistema de creencias, mas no deberían implicar el fin de nuestros sueños, mucho menos barreras imaginarias a nuestra felicidad y libertad.


¿Qué hacer para cambiar el rumbo hacia 2090?


La clave: educación. Además de lo planteado por Blum y su equipo de investigadores, un estudio publicado en el Journal of Adolescent Health (2) destaca que la adolescencia temprana también es el momento indicado para lograr cambios de actitud que serán fundamentales para la relación entre hombres y mujeres en etapas posteriores. En contraste, “a la edad de 16 años, las actitudes, normas, roles y comportamientos de género se vuelven más fijos y, por lo tanto, son más difíciles de cambiar”.


Aunado a ello, los especialistas concluyeron que es muy efectivo incluir la perspectiva de género y programas educativos enfocados a una mejor convivencia entre personas. Particularmente, se trata de un elemento fundamental para la formación desde la adolescencia temprana, más adelante, aún es posible, pero el proceso resulta aún más arduo.


Si desde ese momento, la juventud comprende sus diferencias y les da un valor positivo, además de hacerse consciente de que puede lograr lo que se proponga sin importar su género, la humanidad estará trazando un futuro aún más próspero, donde cada vez más mujeres y hombres con gran potencial harán historia.


Así, combatir los estereotipos que nos limitan es una tarea difícil, pero no imposible. Es hora de voltear a ver a las próximas generaciones de deportistas y atletas, demostrarles que más allá del género o su constitución física, la disciplina, la entrega y el trabajo duro son los que les permitirán alcanzar sus metas.


La tarea es crear nuevos estereotipos que, en lugar de limitar, ayuden a crecer, a impulsar el potencial de todas las personas que quieran destacar. Son alternativas, opciones para guiar el descubrimiento del mundo y nuestra persona, pero no deberían quitarnos la libertad.

Kipchoge lo dijo “Ninguna persona tiene límites”, y, para 2090, cada vez más personas podrán soñar, crear y alcanzar lo que algún día parecía imposible.


Referencias


1. Blum R, Mmari K y Moreau, C. It Begins at 10: How Gender Expectations Shape Early Adolescence Around the World. J Adolesc Health [internet]. 2017 [Consultado 12 Jul 2020]; 61(4 Suppl): S3–S4.


2. Blum R. Gender Norm Transformative Programing: Where Are We Now? Where Do We Need to Be? J Adolesc Health [internet]. 2020 [Consultado 12 Jul 2020]; 66 (2): 135-136.

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